lunes, 13 de abril de 2009

China y la India, los nuevos polos del mundo.

Según dicen, los polos terrestres se están descongelando. Mientras tanto, también parece que hay sustitutos para el equilibrio mundial y que las nuevas economías emergentes de la India y China van a polarizar el globo. Incluso parece que el bueno de Obama anda dispuesto a ofrecer su cetro de líder terrenal al al primero que se lo pida de buenas maneras.

Todo ello vendría servido con dosis de buenismo globalizador sonriente desplazando la economía productiva a zonas cuyo principal capital no es otro que la capacidad procreadora de sus habitantes que genera riadas de mano de obra barata y sin tradición reivindicativa. Un chollo para el ideario especulativo y una ruina para el medio plazo en países como en nuestro donde no hay otra razón de ser que mantenerse siendo el granero y factoría de los consumidores europeos de países desarrollados.

Un ejemplo de la nueva economía buenista: El bolso de piel

Imaginemos que existe en cualquier comarca de España un pueblo donde se fabrican bolsos de viaje de piel cabra. Se hacen allí desde hace décadas y resultan productos de alta calidad de los que duran más de una vida y se heredan de abuelos a nietos.
Las pieles provienen de los rebaños de la comarca, se curten en la zona y se elaboran los productos en talleres locales de manera casi artesanal. El resultado se vende a alto precio (800 euros cada bolso) en tiendas especializadas.
De un día para otro, la empresa pasa a manos del hijo del patrón, un brillante Máster MBA que se propone expandir el negocio y reestructurar la producción. Para ello se decide a aplicar mercadotecnia, prestigiar la marca asociando la imagen a personajes famosos y aumentar la producción que pase de 250 bolsos al año a 100.000 que ya se venderán en centros comerciales de los suburbios de la ciudades en lugar de en las tiendas especializadas. En consecuencia, cierra los talleres y traslada la producción a China contratando con empresas locales que le facilitarán el producto elaborado. Un producto que ya no es de calidad y que se deshace literalmente en cuanto le cae un chaparrón de mayo, tiene un coste de producción de 40 euros la unidad y pasa a venderse en los centros comerciales a 800 euros.

Mientras el tipo Máster MBA se frota las manos pensando en su negocio redondo, se está forjando su propia derrota al igual que ha acabado con el modo de producción tradicional de la comarca de su padre. De un día para otro, los chinos que están aquí se percatan del asunto. No son tan tontos los chinos como pretende hacerse saber y para comprobarlo no hay más que observar el escaparate de lo que aquí realizan. Digo el escaparate porque la trastienda dudo que alguien pueda llegar a verla.

Así, con toda lógica esta vez, los chinos se deciden a traer esos bolsos fabricados en su país en los contenedores que transportan los productos del todo a cien y se distribuyen en sus almacenes a un precio también razonable de 80 euros cada bolso.

Ante tamaña osadía el Máster MBA se indigna y denuncia esa falta a su privilegio ocupando a la Guardia Civil en investigar esa trama que los medios de comunicación califican como contrabando lesivo comparándola con el contrabando letal de drogas o de armas y se ponen leyes al respecto para intentar de evitar lo inevitable y creer hacer legal lo absurdo.

El resultado puede ser controlable a corto plazo pero al estar basado en un argumento erróneo no tendría muchos visos de subsistir y así la estrategia del Máster MBA acabaría con la ruina de la industria de su padre y no sabemos si con la suya propia que en este caso merece.



AL final estamos siendo testigos de cómo se traslada el protagonismo de la economía y de la producción a zonas donde se seduce a los turistas del tipo sanchezdragó que alaban esas formas de vida siempre criticando la nuestra pero que ocultan lo que resulta lesivo para la civilización.

Veamos que China por ejemplo es un país de costumbres milenarias que se rompieron en la revolución comunista de mediados del siglo pasado y que dejó como resultado asuntos tan ejemplares como el hecho de eliminar los jardines por resultar signos de decadencia capitalista o que, por el mismo motivo, se prohibiesen los libros y en la universidad china actual se obtenga una licenciatura sin necesidad de haber leído un solo libro.

La India tiene su enjundia particular, se trata de un país de también mil millones de habitantes donde la sociedad se divide en castas, existe la esclavitud, se quema a las viudas vivas en piras de madera de sándalo, se realizan trasplantes de órganos a la carta eligiendo el donante vivo entre los niños de la calle. Todo ello prohibido por leyes occidentales pero que realmente es dudoso que allí se conozcan.

Es difícil ponerse a juzgar desde el Occidente cristiano los usos y costumbres de otros pero todo ser previsor debe saber dónde hipoteca el pan de su futuro y no debe olvidarse que se está poniendo la confianza en seres que, para más inri, tienen un comportamiento que nosotros no podremos nunca descifrar, usan otros códigos y maneras hasta en la expresión no verbal y ante uno de ellos nosotros nunca sabremos por su expresión si está intentando seducirnos, perdonarnos la vida o simplemente darnos los buenos días.

El resultado a medio plazo va a ser la descapitalización de las economías nacionales y el desplazamiento de las medios de producción a esas zonas. Como compensación sólo puede ofrecerse lo mismo que a los árabes petroleros o mafiosos rusos: putas y cocaína en la Costa del Sol e impunidad comprada con sus propinas, a no ser que les guste algo más de lo que humildemente podamos ofrecerles.

¿Alguien sabe si a los chinos e indios les gustaría el salchichón y el vino?

1 comentario:

  1. Muy buen artículo. Sí, a chinos e indios les gusta seguro el vino y el salchichón (salvo a los musulmanes.)

    ResponderEliminar