lunes, 23 de marzo de 2009

$1 Billion no es un billón de dólares

Exactamente traduciendo del inglés $1 Billion corresponde a mil millones de dólares (1.000.000.000) cuando en español un billón de dólares es un millón de millones (1.000.000.000.000). La diferencia es notable, como mil veces más.

Son tiempos actuales en los que se prodigan las noticias de referencia macroeconómica y también son tiempos en los que las noticias se copian, pegan, desrvirtúan, interpretan y se modifican según intereses con toda impunidad y sin ninguna vergüenza torera.

En los medios de comunicación españoles no es común que trabajen profesionales de la comunicación sino que suelen hacerlo personajes allí introducidos por mérito de sus influencias o favores que obtienen como recompensa un puesto de trabajo privilegiado respecto al resto de la masa laboral que debe contentarse con curros de 700 euros al mes. Tampoco suelen ostentar la dirección de esos medios personas con formación específica en la comunicación por lo que suele existir fobia desde las empresas hacia quienes sí la tienen.

No dejan de aparecer en los medios, sobre todo en los privados, traducciones del inglés en las que se cuentan billones de dólares, euros, lentejas o tipos estúpidos cuando deberían contarse como miles de millones y esta confusión ocurre siempre que la fuente de esa noticia tiene origen anglosajón y usa el término inglés billion que el chupatintas de turno traduce felizmente como billón. El tipo en cuestión y la churri tetona que lo hacen suelen presumir de saber inglés y posiblemente lo hablen a la perfección, de lo que no deberían presumir nunca es de saber español porque siendo hispanohablantes y pretendiendo aprender otro idioma el punto de partida es el del conocimiento de la lengua propia, luego las otras.

domingo, 8 de marzo de 2009

Las estupideces de los boicots a los productos que provienen de Barcelona

Aún siguen apareciendo llamados al boicot hacia el consumo de productos provenientes de las provincias catalanas por parte de no se sabe quién, pero que alientan el discurso de los separatistas en lugar de mostrar una disconformidad con la falta de libertades democráticas en esa región gobernada por antinacionalistas.

Debería considerarse que el odio a España supone el principal problema de España y por tanto de los españoles en tanto que nada puede agravar ningún otro problema presente como lo hace la divergencia de toda postura y la imposibilidad de las actuaciones eficaces.

El separatismo suele diagnosticarse como una malformación heredada del Romanticismo decimonónico degradada por una enquistación maligna pero bien podría enfocarse como una correlato actualizado de los autoritarismos del siglo XX maquillados con relativismo posmoderno.

Estos discursos separatistas sólo parten de una identificación basada en el enfrentamiento al otro, al de al lado para diferenciarse de él y mostrar el odio y la envidia perennes en toda la esencia española. La cultura nos ha revelado esa pulsión patria y paleta tendente hacia el descalabro del vecino desde la literatura del Siglo de Oro, la gran novela del XIX, la pintura de Goya y Picasso o el desgarro reflexivo de los autores de la Generación del 98.


Quienes alientan el odio a España separatista no hacen más que poner énfasis en su característica típicamente española de paletismo, odio larvado y violencia latente que tanto nos caracteriza y aquellos que responden con el discurso contrario de promover boicot a los productos de una región o el de poner valla de espinos entre una región y otra no hacen más que dar razones a los separatistas en su delirio nacionalsocialista actualizado y mimético con el proceso yugoslavo que dio como único resultado la consecución de los intereses de las potencias europeas.



A nadie puede favorecer que existan 17 croacias en lugar de una España más que a las potencias europeas que con esa estrategia conseguirían implantar más fácilmente sus colonias económicas en los Reinos de Taifas de la ex-España y así evitarían la existencia de una país mediano al sur de Europa susceptible de prosperar unido y con entidad común.



Con 17 croacias o eslovenias no existiría ninguna gran empresa alimentaria, financiera, industrial productiva, marítima, comercial, textil, minera cultural sino que cada parcela sería más fácilmente colonizada por los intereses de los países europeos prósperos que sí fomentan su identidad nacional.



Digamos que el colacao, el vino de cava, el de cualquier denominación de origen, el caldo gallina blanca, el gas ciudad, la caixa son productos fabricados en una provincia pero existen porque los han elegido todos los españoles que han trabajado durante décadas en sus fábricas, en el mostrador que los vende o la furgoneta que los distribuye y su imagen es patrimonio de todos aquellos que hemos crecido teniendo sobre la mesa cada día algo que hasta hace poco no era más que el colacao con leche.